Mierda. Menuda cagada.
Se suponía que iba a invernar hibernando hasta fallas. Me he despertado y lo primero que ha salido por mis antenas ha sido: «Mierda». Más concretamente: «Mierda, qué frío».
Lo he traducido como «mierda», pero tened en cuenta que la mierda es lo que más me gusta en todo el mundo entero, así que realmente dije otra cosa, no obstante, en vuestro asqueroso e impoluto humanosamiento, «mierda» es el sentido y la expresión que más se ajusta al sentido original.
Ajo y agua.
Bien, voy a la faena, a ver si entro en calor.
¿Por qué «gilipollas» no es el plural de «gilipolla»?
Los miembros de las academias de la lengua hispánicas llevan discutiendo esto desde Covarrubias y su Tesoro. Esto del Tesoro no es el anillo único, se trata de un diccionario que le dio por escribir y que publicó finalmente en 1611. Unos se masturban, otros escriben gramáticas… Bueno, todos se masturban.
Imaginaos a Covarrubias en 1611. Para que os situéis, en España reina Felipe III, el piadoso, Cervantes se hace famoso con su primera parte del Quijote y Velázquez es un chaval de doce años al que un tal Pacheco –su futuro suegro– le ofrece un trabajo como aprendiz de pintor. Seguís sin tener ni puta idea, ¿verdad? Entonces imaginaos a Covarrubias en Águila Roja… Inclinado, escribiendo a la luz de una vela con una pluma de ave y los dedos negros de tinta, recopilando lo que sería el primer diccionario monolingüe en castellano. Pensad que, hasta entonces, lo que había era, como mucho, vocabularios castellano-latín o castellano-griego y chorradas así.
–Covarrubias, ¿te vienes a echarte unos tintos a la taberna y después a la casa de la Mariflores?
–No puedo, es que todavía voy por la «efe».
–Covarrubias, qué gilipollas eres.
De ahí que en la página 436 de su diccionario, entre las entradas Gil y Gilona, figure gilipollas:
Gilipollas, efte nóbre es dado a vna gente fimple y fin entendimiento, pero eftos no son furiofos como el que llamamos loco, avnque, segvn tiempos, a veçes puede poner en trance, o riefgo de vida, o hazienda.
Nada nos contó acerca de su origen etimológico. La Real Academia de la Lengua, en su Diccionario señala erróneamente que procede del caló jilí, que viene a significar inocente o cándido. Qué va.
Gilipollas –escrito Gilypoiah– era el nombre de un antiguo rey de la antigüedad. Cuentan que siempre estaba escondido tras los muros de palacio y que nunca se dejaba ver por sus súbditos, quienes debían dudar de si en realidad existía aquel rey. Lo único que conocían de su rey eran sus edictos: normas injustas que llegaban a ser crueles en la mayor parte de las veces y que eran secundadas sin piedad por una caterva de ministros mucho más crueles y despiadados que el mismo rey Gilypoiah.
En realidad, lo que buscaba el rey era amor. El amor de la reina de un país no muy lejano. Una bruja oscura que le exprimía el corazón con su fría mirada de hielo y que le exigía vasallaje –dinero– bajo la amenaza de no volver a hablarle jamás si no accedía a sus peticiones. Era muy malvada y mucho más inteligente que Gilypoiah, así que ella le decía qué tenía que hacer para obtener de sus súbditos más monedas de oro con las que complacerla.
Y complacerla era muy caro.
Los súbditos se ajustaban bien al cuello la soga que les daba el rey Gilypoiah y saltaban al vacío porque les decían que allí abajo se vivía mucho mejor. Lo que quiero decir en realidad es que la gente hacía lo que le pedía el gobierno del reino porque pensaban que los que estaban mandando tenían alguna idea de lo que hacían. Pero no. Para nada.
La reina se convertía en la emperatriz de Europa… Perdón, quería decir en la emperatriz del reino antiguo que no estaba muy lejos del reino del rey Gilypoiah de la antigüedad. Como decía, se convertía en la emperatriz de la mayoría de reinos que tenía a su alrededor y el rey Gilipoiah era solo uno más de los babeantes perritos falderos de la malvada bruja oscura.
Con el tiempo, cuando muchos no tenían qué comer por culpa de los desproporcionados impuestos que les obligaban a pagar para complacer a la oscura bruja del norte, cuando muchas familias se quedaron sin un techo bajo el que cobijarse en el crudo invierno, cuando la gente empezó a morirse por la falta de barberos, alquimistas y carniceros –el servicio sanitario del momento– porque la mayoría se había ido al reino de la bruja donde se ganaba mucho más, entonces, muchos de los súbditos comenzaron a pensar que igual su rey no era tan listo.
En las calles nació la expresión «no seas Gilypoiah» referida a tomar una decisión incorrecta o desacertada. Era lo que se le podía responder en la época a expresiones del tipo:
–Vamos a construir la ciudad al lado del volcán y así en invierno estaremos más calentitos.
–Son solo 300 griegos.
–Menuda movida hubo en Sodoma, ¿vamos esta noche a Gomorra?
La nueva expresión llegó a oídos del rey y no le hizo ninguna gracia, así que ordenó ejecutar a todo aquel que la pronunciase y que sus pertenencias fuesen requisadas y enviadas al norte, pero el decreto no llegó a emitirse porque uno de sus ministros le clavó un puñal por la espalda antes de que llegara a firmar el documento.
El tiempo modifica las palabras, su pronunciación, su escritura e incluso su categoría gramatical. «Gilypoiah» pasó a ser «gilipollas» tras siglos de evolución lingüística. De ser un nombre propio a convertirse en un adjetivo calificativo.
«Gilipolla» es un vulgarismo incorrecto porque «gilipollas» no tiene marca de plural, igual que «caries» o «crisis»:
Tengo una caries en la muela del juicio.
El dolor de muelas lo producen las caries.
La crisis suele causar diferentes tipos de crisis de ansiedad.
Un gilipollas.
Dos gilipollas.
Un ejército de gilipollas.
Y como adjetivo es susceptible de gradación:
Muy gilipollas.
Más gilipollas que…
El más gilipollas.
Sin embargo, no admite el superlativo sintético latino:
Gilipollísimo, gilipollísima.
Pues eso, «no seáis Gilypoiah».
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